domingo, 10 de junio de 2012


La teoría de Kant


La teoría del conocimiento de Kant, presentada en su Crítica de la razón pura, es uno de los grandes hitos en la historia de la Filosofía. Con ella pretende responder las objeciones de Hume respecto del fundamento del conocimiento científico, basado, según el filósofo inglés, sólo en la costumbre.

Kant no duda que el conocimiento científico, universal y necesario, es posible; la física de Newton lo prueba. Y sabe que un conocimiento de este tipo no puede tener su fundamento en la mera costumbre. De ahí que no se pregunta por la posibilidad sino por las "condiciones de posibilidad". Su teoría le permite encontrar el suelo firme para la Ciencia no en el noúmeno —en la realidad, en la cosa en sí— sino en el propio sujeto, portador de formas universales que obtienen de la experiencia la materia indispensable para construir su objeto de conocimiento, el fenómeno.

A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Kant, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen.

Revolución copernicana: mientras los filósofos anteriores (racionalistas y empiristas) habían puesto el acento en el objeto del conocimiento, Kant pondrá el acento en el sujeto que conoce. El sujeto no encuentra al objeto como algo dado sino que lo construye.
A priori: independiente de la experiencia y condición de posibilidad de toda experiencia.
Noúmeno: la cosa en sí, la realidad tal como es en sí misma. (Permanece incognoscible.)
Caos de impresiones: las impresiones constituyen la materia del conocimiento. Sin ellas el intelecto no conocería nada. Pero irrumpen en el intelecto en forma caótica y es éste quien las ordena con sus formas a priori construyendo el fenómeno. Kant dice que las impresiones sin las formas y las categorías que aporta el intelecto serían "ciegas". Entonces, si bien les reconoce a los empiristas que todo conocimiento comienza con la experiencia, no admite que todo conocimiento provenga de la experiencia pues el mismo sería imposible sin el aporte que hace el sujeto de sus formas a priori.
Formas y categorías a priori: las formas y categorías a priori construyen el fenómeno a partir del caos de impresiones. Kant sostiene que, sin las impresiones, las formas y categorías permanecerían "vacías".
Objeto de conocimiento: el intelecto, con sus formas a priori de la sensibilidad y sus categorías del entendimiento, construye, tomando como materia las impresiones caóticas, el objeto de conocimiento, el fenómeno, que es intramental. El intelecto no conoce las cosas tal como son en sí mismas (noúmeno) sino tal como él mismo las construye (fenómeno).
Ideas de la razón pura: las ideas de Dios, de alma y de mundo permanecen vacías. Son las impresiones las que dotan de contenido a las formas vacías del intelecto, pero de las ideas de la razón no tenemos impresión alguna. Estas ideas proyectan la tendencia de la razón a realizar una síntesis cada vez más abarcativa, hasta un plano en el que este objetivo ya no puede ser logrado.


El giro copernicano de Kant

Immanuel Kant marca un punto de inflexión en la historia de la filosofía occidental por varias razones; no podemos analizar exhaustivamente la trascendencia que tuvo el pensamiento de este filósofo alemán así que nos centraremos en sus innovaciones en teoría del conocimiento. En una próxima entrada estudiaremos como sus ideas influyeron en su más importante continuador: Arthur Schopenhauer.

Hasta Kant la teoría del conocimiento occidental se había inclinado por posturas en donde el individuo al conocer tomaba una posición pasiva en el acto de captar el mundo exterior a él. El realismo, escuela mayoritaria hasta Kant, considera que el hombre cuando conoce el mundo lo conoce como una pantalla de cine en la que se proyectan imágenes; nuestra mente capta un reflejo del mundo externo de un modo pasivo y receptivo por lo que en el conocer es el objeto, es decir el mundo externo, el polo activo y más importante.

El filósofo que nos ocupa invertirá esta relación. Para Kant el hombre es el polo positivo del acto de conocer ya que conocemos el mundo solo a través de las estructuras de nuestros sentidos e inteligencia. Por ejemplo, si fueras un pulpo ¿verías la habitación tal como la ves ahora? Evidentemente no. Entonces se pregunta Kant ¿cómo es la habitación realmente? No vale decir que es lo común entre lo que ve un pulpo, una mosca, una alcachofa, un hombre, etc. ya que todos esos seres verán el mundo a su manera y aunque coincidiesen (cosa improbable) no podríamos ver el mundo en sí, el mundo tal cual es sin que ninguna mente lo mediatice con sus estructuras. El mundo en sí (noumeno) es algo externo a nosotros y en el momento en que lo conocemos y lo introducimos en nuestra mente lo hacemos a través de nuestro tamiz personal que nos permite construir esos datos en una imagen interpretable por nuestra mente (fenómeno). Es imposible saber como será el mundo en sí mismo sin mente que lo conozca pues en el momento en que supiésemos como es el mundo en sí lo estaríamos sabiendo en nuestra mente y ya no sería el mundo en sí mismo sino el mundo tal y como nosotros lo estuviésemos conociendo.

El hombre, por lo tanto, al conocer conoce el mundo a través de sus propias estructuras mentales que configuran los datos que nos llegan del mundo exterior. El hombre no es un mero receptor sino también un constructor de las imágenes que aparecen en su mente: un objeto en sí es incognoscible pero cuando nuestra mente reconfigura esos datos a través de nuestras estructuras ese objeto adquiere entidad y es conocido. La ciencia no es conocimiento del mundo en sí sino del mundo tal y como aparece en nuestra mente.

Según Kant su teoría del conocimiento supone un giro copernicano de la teoría del conocimiento  anterior a él. De igual modo que Copérnico colocó al Sol en lugar de la Tierra como centro del universo la teoría kantiana sitúa al sujeto que conoce como centro del acto de conocer en vez de al objeto. A partir de Kant el hombre (sujeto) ocupará un lugar activo y central en las especulaciones sobre el acto de conocer. Para muchos autores esta centralidad derivaría finalmente en el escepticismo e incluso el nihilismo de buena parte de las corrientes filosóficas del XX



ETICA KANTIANA


La ética kantiana se engloba dentro de las éticas del deber que niegan que se pueda justificar y fundamentar la corrección moral de una acción en sus buenas consecuencias. En lugar de centrarse en las consecuencias, las éticas de deberes se centran en el deber. Consideran que hay principios o normas que deben respetarse. De ahí que estas teorías se conozcan como "éticas de principios".
Contrariamente a lo que plantean muchas teorías consecuencialistas, el filósofo alemán Inmanuel Kant (1724- 1804) afirmó que la felicidad no es siempre buena porque a veces conduce a la arrogancia y porque un espectador razonable e imparcial no sentirá nunca satisfacción al contemplar a una persona a quien siempre le va todo bien, pero cuya felicidad es inmerecida ya que su voluntad no manifiesta ningún rasgo de bondad.
Según Kant, lo único absolutamente bueno, siempre y en toda situación, es a buena voluntad. Y decir que una persona actúa por buena voluntad equivale a decir que actúa por respeto al deber y no solo conforme al deber. Se puede actuar conforme al deber, pero por motivos interesados, esto es, movido por inclinaciones, deseos, ventajas o consecuencias beneficiosas. En cambio, actuar por respeto al deber es tener como único motivo el propio deber, el deber puro.
¿Y cuál es la voz de la razón? ¿Cuál es el deber que la razón nos impone, que nos imponemos en tanto que seres racionales? Según kant, la razón prescribe la ley según la cual han de vivir los seres racionales: la ley moral. Y esta ley moral, que se dirige a los mismos seres racionales que la dictan, ha de ser tan formal- tan universal y racional, diríamos- que no contenga referencia alguna a circunstancias particulares- a deseos o inclinaciones, por ejemplo. Es como si la razón dijera: "Actúa solo según una máxima
(norma o regla) tal que puedas al mismo tiempo querer que se convierta en ley universal". Kant denomina a este imperativo de la razón, del cual ofrece hasta cuatro formulaciones distintas, "imperativo categórico". Otra formulación interesante es la siguiente: "Actúa de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre y al mismo tiempo como fin, nunca simplemente como medio". Actuar correctamente nos obliga a no tratar a las personas- incluso a uno mismo- sólo como medios, sino como fines en sí mismas: las personas merecen respeto.
Kant propone dos criterios para comprobar la universalizabilidad de una norma. El 'primero es el criterio de autocontradicción: hay normas que es imposible pensar que sean leyes universales, ya que si todo el mundo las cumpliera no se podrían realizar. Si para salir de un apuro económico pido prestado dinero prometiendo devolverlo aun a sabiendas de que no lo hará, la norma que justifica mi acción ("hay que hacer promesas falsas") sería irrealizable al universalizarse. Si todo el que se encontrara en un apuro prometiera algo con la intención de no cumplirlo, las promesas se harían imposibles, porque nadie creería lo que se le promete. En un mundo en que todas las promesas hechas en un momento difícil fuesen falsas, sería lógicamente imposible hacer en un momento difícil una promesa, porque al saber que era falsa todos sabrían que no era una promesa.
Kant divide los deberes que emanan de las normas morales en deberes estrictos o perfectos (no admiten ser limitados por otros deberes) y deberes meritorios o imperfectos (admiten ser limitados por otros deberes) y en deberes hacia uno mismo y deberes hacia los demás. Esto da cuatro clases: deberes perfectos hacia uno mismo (conservar la propia vida), deberes perfectos hacia los demás (no mentir, no hacer promesas falsas, cumplir las promesas), deberes imperfectos hacia uno mismo (cultivar los propios talentos) y deberes imperfectos hacia los demás (contribuir a su felicidad, ser generoso).
Kant supone que las normas morales al ser universalizables no admiten excepciones. Eso significa, en primer lugar, que obligan a todo ser racional y, por tanto, nadie es excepcional y, en segundo lugar, significa que han de cumplirse en toda circunstancia so excepción, sean cuales sean las consecuencias: nada cambia si, en un caso determinado, tendría mejores consecuencias no decir la verdad.
Esta teoría también tiene ventajas e inconvenientes. De la ética kantiana se han destacado algunas características que la puedan hacer convincente. En primer lugar, la preeminencia de que goza la razón, al convertirse en el fundamento último de la moral. En segundo lugar, que las acciones correctas dependan de normas morales parece captar el carácter de obligatoriedad- y no de deseo, aunque racional- que tiene la moral. En tercer lugar, el carácter universal de las normas morales, que hace que nadie pueda considerarse una excepción, introduce el carácter de imparcialidad que tiene la moral. Y finalmente, que el auténtico valor moral resuda en la intención, ya que parece más digno de valor moral decir la verdad porque es un deber, que hacerlo por inclinación egoísta.
Los críticos han objetado a Kant el carácter absolutista de su teoría, es decir, que no atienda a las circunstancias particulares de cada caso y, por tanto, que los deberes morales no tengan nunca en cuenta las consecuencias de las acciones. Si el deber obliga a no mentir, las consecuencias de que una persona que esconde en la buhardilla a una familia judía diga la verdad a una patrulla nazi pueden ser tan perjudiciales que parecería una inmoralidad confesar la verdad.
Otra objeción es que la teoría kantiana no parece que pueda resolver el problema del conflicto de normas. Si algunos deberes, como los deberes perfectos, no admiten ser limitados por otros deberes, y esto significa que se han de cumplir en toda circunstancia, muchos dilemas pueden resultar irresolubles. Si por cumplir una promesa no se puede salvar una vida, se incumple este deber. La alternativa es salvar una vida, pero incumplir la promesa. Se haga lo que se haga parece que algún deber no se puede cumplir.
Por último, los objetores consideran que la universalizabilidad no es el fundamento adecuado de las normas morales. Por una parte, no parece necesaria, porque puede haber normas morales que no sean universalizables (amar a los enemigos). Por otra parte, la universalizabilidad no es suficiente, porque hay normas universalizables que no son morales (poner una flor en el balcón) e incluso que son un deber moral no cumplir
(ser cruel: una persona racional a quien no importara vivir en un mundo cruel y padecer la crueldad de los demás podría universalizarla).









    EL HÁBITO Y EL APRENDIZAJE


















VOCABULARIO

RECEPTIVO: CAPAZ DE RECIBIR, PARTICULARMENTE SENSACIONES Y   ESTÍMULOS.

SUJETO COGNOSCENTE: PERSONA QUE CONOCE, AQUÉL QUE REALIZA LA ACTIVIDAD DEL CONOCIMIENTO.
CONGNOSCITIVO: EN FILOSOFÍA, RELATIVO AL CONOCIMIENTO.
GNOSEOLÓGICO: ESTUDIA EL ORIGEN Y EL ALCANCE DEL CONOCIMIENTO.
METAFÍSICA: SE ENCARGA DE ESTUDIAR LA NATURALEZA, ESTRUCTURA,  COMPONENTES Y PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA REALIDAD.
ESCEPTICISMO: CONSIDERA QUE LA VERDAD NO EXISTE O QUE EL SER HUMANO NO ES CAPAZ DE CONOCERLA EN CASO DE QUE EXISTA.

 





EL CONOCIMIENTO

Concepto:

El Conocimiento se considera como un artículo que puede ser transferido entre personas y sistemas en vez de una propiedad inherente como lo es la inteligencia. El conocimiento es la Información acerca del mundo la cual permite a un SE tomar decisiones.

La tradición

Tradicionalmente se ha presentado el conocimiento como algo específico del hombre en relación con la “creencia” en la existencia del alma racional que hace posible intuir la realidad como verdad.
Se consideraba que el conocimiento responde a las facultades del alma conforme a los tres grados de perfección de las mismas: alma como principio de vida y auto movimiento vegetativo, alma sensitiva o animal y alma humana o racional.

Según estos postulados todos los seres vivos adquieren información de su entorno por medio de sus facultades o funciones del alma:

DIFERENCIA ENTRE: CONOCER Y SABER

Diferenciamos, de un modo técnico y formalizado los conceptos de conocer y saber, por más que, en el lenguaje ordinario, se usen a veces como sinónimos, otras veces no.
Conocer: y su producto el conocimiento, va ligado a una evidencia que consiste en la creencia basada en la experiencia y la memoria y es algo común en la evolución de los seres naturales concebidos como sistemas, a partir de los animales superiores.
Saber: por su parte requiere, además de lo anterior, una justificación fundamental; es decir un engarce en un sistema coherente de significado y de sentido, fundado en lo real y comprendido como realidad; más allá del conocimiento del objeto en el momento presente como si fuera definitivo y completo. Un sistema que constituye un mundo y hace de este hecho de experiencia algo con entidad consistente. Un conjunto de razones y otros hechos independientes de mi experiencia que, por un lado, ofrecen un "saber qué" es lo percibido como verdad y, por otro lado, orientan y definen la conducta, como un "saber hacer" como respuesta adecuada y una valoración de todo ello respecto a lo bueno.

sábado, 26 de mayo de 2012


Hermano Miguel


Nació el 7 de noviembre de 1854 en Cuenca, Ecuador. Fue bautizado con el nombre de Francisco Febles Cordero Muñoz y se crió en el seno de una familia adinerada. De niño se caracterizó por su inteligencia excepcional, su delicada salud y su invalidez producto de una deformidad que tenía en ambos pies, invalidez que superó tras un hecho milagroso.

En 1863 llegaron a Ecuador los hermanos de la Salle y Francisco ingresó a uno de sus colegios. A Francisco le atrajo el estilo de vida de los religiosos y surgió en él la idea de convertirse en hermano.

Luego de superar la oposición de su familia, Francisco ingresó a la Orden, recibió el hábito religioso a los 14 años y tomó el nombre de Miguel.

Nuevamente su delicada salud lo obligó a permanecer en Cuenca para realizar su noviciado y no en Francia, como le correspondía. En el convento se distinguió por sus cualidades de maestro y consejero. A los 17 años escribió y publicó su primer libro de texto.

Dedicó toda a su vida a Dios y a transmitir el Evangelio. En 1888 viajó a Roma para asistir a la ceremonia de beatificación del fundador de su Orden, Juan Bautista de la Salle. En 1905 el hermano Miguel viajó de nuevo a Europa para traducir unos textos de francés a español.

En enero de 1910, cuando se encontraba en España cayó enfermo de neumonía. Murió el 9 de febrero del mismo año y en 1936 enviaron sus restos de regreso a Ecuador.

El hermano Miguel fue beatificado el 30 de octubre de 1977. El Hermano Miguel formo parte de la academia de la lengua gracias a sus condiciones, también él enseñaba a los niños la Primera Comunión para que sigan el camino hacia Dios como él.